Desde hace varios años, en el Otoño Musical Soriano ha decrecido la atención a algunas de las
que fueron sus señas de identidad primigenias: la relación entre música y poesía (antiguo hilo
conductor del festival), el compromiso con los estrenos absolutos de música contemporánea y la
presencia de la música antigua. En su lugar, han cobrado creciente importancia la música soriana,
las bandas de música, los crossover (a los que el Otoño dedica la máxima atención) y la insistencia
en el gran repertorio clásico-romántico, a fuerza de repetir algunas obras.
Esta edición, aun
manteniendo el nivel de calidad que siempre ha caracterizado a este festival, no se sitúa entre las
más afortunadas, pese al indudable éxito de público que ha cosechado.
Nos referiremos en primer lugar a los conciertos en los que intervinieron formaciones sinfónicas.
En el primero de ellos, unos voluntariosos solistas vocales (Luis Santana y Cecilia Lavilla), un coro
que no terminó de estar a la altura (el Orfeón Filarmónico) y una buena orquesta (la Filarmonía)
ofrecieron una desigual gala de zarzuela dirigida por Pascual Osa con su acostumbrada eficacia.
Días después intervino la dignísima Joven Orquesta Sinfónica de Soria, a la que dedicamos en su
momento una crítica [leer crítica] en estas mismas páginas.
La Orquesta Sinfónica de Castilla y León merece una mención aparte. En las primeras temporadas del
Otoño Musical Soriano (coincidentes con la titularidad de Max Bragado y con los dos primeros años
de Alejandro Posada), esta formación fue el valor orquestal más sólido y seguro del mismo, con
actuaciones siempre impecables. Sin embargo, en los últimos años, la OSCL ha mostrado en Soria unos
resultados más desiguales, que nos hacen sospechar que haya podido reservar sus mejores bazas para
otras ciudades más grandes.
En los dos conciertos que la OSCL ha ofrecido este año en Soria ha vuelto
a mostrar esta irregularidad: lo mejor fueron una extraordinaria Obertura de Egmont, de Beethoven (en
la que la cuerda recuperó la limpieza de la que hacía gala en sus mejores tiempos) y una estupenda
Cuarta sinfonía de Brahms, de sonido menos depurado pero dirigida por Posada con una precisión, un
empuje, un ímpetu y una vehemencia dignos de admiración.
Al lado de estas dos obras, la Sinfonía
Italiana de Mendelssohn resultó algo desvaída. Posada acompañó muy bien a dos buenos solistas: el
joven violinista Erzhan Kulibaev y, sobre todo, el interesantísimo pianista Andrea Bacchetti, también
joven pero con un reconocimiento internacional más amplio.
Por lo nutrido de su plantilla, citaremos también en este apartado a la Banda del Ateneo Musical de
Cullera, bien dirigida por Pascual Balaguer y poseedora de un sonido espectacular, sobre todo en los
tutti. No dudo de que esta banda sea una de las más virtuosas y mejores de España, pero no era una
banda de música lo que yo quería escuchar la tarde en que intervino.
En lo relativo a las orquestas de cámara, la Camerata del Prado y su concertino nos ofrecieron unas
Cuatro estaciones de Vivaldi un tanto faltas de brío y unas Estaciones Porteñas de Piazzolla algo más
intensas, tal vez por la presencia del excelente bandoneonista Fabián Carbone. Por más que ese estupendo
músico que es Tomás Garrido llevara todo planificado hasta el último detalle, algo hizo que el
resultado final del concierto no terminara de cuajar. Por su parte, la Joven Orquesta de cámara
"Lira Numantina" hizo una digna aparición en el festival y tuvo que hacernos callar a los
que, a priori, pensábamos que Soria era una ciudad demasiado pequeña para albergar a dos jóvenes
orquestas. Su director, Carlos Garcés, mostró una madurez impropia de su edad y unas maneras que
hacen vaticinarle un espléndido futuro. Guillermo Pastrana demostró ser un excelente solista de
violonchelo y Fernando Fernández Calonge, un estimable solista de saxofón.
La Lira Numantina, por
fin, estrenó en Soria La mesta, de Manuel Castelló Rizo. Al hilo de esta obra, debo añadir que no
me termina de convencer que en los últimos cuatro años no haya habido más estrenos de relieve que
la Tercera sinfonía de David del Puerto, mientras un artesano como el maestro Castelló se ha
convertido de forma oficiosa en el compositor residente del Otoño, con estrenos y reestrenos por
doquier.
Un festival que hace años presumía de dar más importancia a las orquestas sinfónicas que al pequeño
formato ha dado la talla en esta edición, sobre todo, gracias a los recitales de dos figuras de
reconocido prestigio internacional: el impresionante músico de jazz Michel Camilo (uno de los mejores
pianistas mundiales de cualquier género, tan sobresaliente en los pasajes de mayor virtuosismo y fuerza
como en los más delicados y cantables) y la soprano María Bayo que, bien acompañada por Maciej Pikulski,
estuvo tan acertada como suele, aunque tal vez cantó mejor en su anterior visita a Soria en 2007.
Completó este bloque de recitales y música de cámara el trío Zarabanda, con un Álvaro Marías que nos
ofreció unas matizadísimas versiones de las Sonatas de Haendel y que estuvo tan bien acompañado como
siempre por Renée Bosch y Rosa Rodríguez.
La indudable calidad de este último concierto no debe
hacernos olvidar que, al igual que la música contemporánea, la música antigua dejó de interesar al
Otoño Musical Soriano hace algunos años; a nosotros nos gustaría que esta música tuviera al menos una
cita al año con un festival que podría prestar más atención a las jóvenes generaciones de intérpretes
que se dedican a ella, sean o no españoles.
Una clase magistral de Michel Camilo, un ballet infantil con música original en vivo (a cargo de
Aladetrés ¡Danza!), un excelente concierto jazzístico por parte de un grupo en alza como Soria Jazz,
dos preconciertos y un maratón de jóvenes intérpretes completaron la oferta de esta edición del Otoño
Musical Soriano.
XVII Otoño Musical Soriano. Soria. Teatro de la Audiencia. Del 10 al 24 de septiembre de 2009.
Este artículo fue publicado el miércoles 30 de septiembre de 2009.