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Nuevas obras de arte
Xoán M. Carreira
Zamora, 10/03/2013.
Iglesia de San Cipriano. Andrea Bacchetti, piano. Alemania e Italia: el gran teclado barroco. J. S. Bach,
Toccata en mi menor BWV 914; Dos corales; Minuetto en sol; y Variaciones Goldberg 988 (sin ritornello).
B. Galuppi, Sonata en si bemol. D. Scarlatti, Sonata K 174 en do menor; Sonata K 171 en sol mayor;
Sonata K 162 en mi mayor; Sonata K 148 en la mayor; y Sonata K 172 en si bemol mayor. XI Festival
Internacional Pórtico de Zamora.
A pesar de haber nacido en 1977, año de los acuerdos de Camp Davis, Andrea Bacchetti tuvo tiempo de
debutar bajo la batuta de Claudio Abbado un año antes de la caída del Muro de Berlín, y de recibir en
plena infancia consejos de este y de Herbert von Karajan, Nikita Magaloff, Luciano Berio y de un casi
centenario Mieczyslaw Horszowski, lo cual representa una experiencia única para uno de los más singulares
pianistas europeos del siglo XXI.
Brillante intérprete del repertorio de tecla alemana e italiana de la primera mitad del siglo XVIII y
de la época de la Guerra Fría, Bacchetti fue el responsable de la clausura de la décimoprimera edición
del Festival Pórtico de Zamora. De modo que si dos noches antes interpretaba un programa Bach-Berio en
Madrid, en Zamora se limitó sólo a la música de tecla alemana e italiano del siglo XVIII.
En la segunda parte del programa, dedicada a Italia, Bacchetti presentó parte del material de su nuevo
disco, dedicado a Sonatas de Scarlatti provenientes de un manuscrito original perteneciente a la Fondazione
Marciana de Venezia. Se escucharon así cinco Sonatas en versiones alternativas a las cinco conocidas,
además de una Sonata de Galuppi, que -según la perspectiva de Bacchetti- parece plantearse siguiendo el
ideal lisztiano de la "ejecución trascendental". De este modo, Bacchetti aspira a trasladar a
nuestra sensibilidad del siglo XXI el sentido de la naturaleza y la retórica de las pasiones y de las
emociones de hace tres siglos, tomando la música de Galuppi y Scarlatti como objetos inertes del "museo
de la historia" que están a libre disposición del intérprete. Y de este modo se convierten en nuevas
obras de arte del siglo XXI que requieren nueva relectura por parte del público, con independencia de
Galuppi, Scarlatti y desde luego el propio Bacchetti.
Este es, asimismo, el sentido de las Variaciones Goldberg (sin ritornello) que Bacchetti presentó a la
vieja usanza, preludiándolas con material bachiano de diversas procedencias (incluida una maravillosa versión
del sencillo pero sublime Minuetto en sol del Álbum de Ana Magdalena Bach, que me trajo a la memoria un
comentario admirativo de Ligeti acerca de Steve Reich como el último legítimo heredero de J. S. Bach).
La falta del ritornello en las Variaciones Goldberg indignó a unos pocos oyentes, que quisieron atribuir
a Bacchetti un deseo de crear sus propias Variaciones Goldberg al modo de Caine o Gould. Pero no era este
en absoluto el planteamiento de Bacchetti, quien -al igual que Jarret- es perfectamente consciente de que
en esta obra la absoluta precisión técnica es altamente relevante, tiene sentido. Las Variaciones son una
obra doblemente canónica, son canónicas en sí mismas y la precisión técnica es también canónica. O sea,
puede proponerse un "metacanon" de perfección interpretativa. Perfección interpretativa que,
como descubrieron los virtuosos románticos, recuperaron los músicos de jazz y de rock, y ahora parece
confirmar la neurociencia, es vehículo de emoción musical y a su vez fuente de creatividad.
El público zamorano -y llegado de fuera-, arrobado y en suspenso emocional durante la interpretación de
Bacchetti, expresó ruidosamente su entusiasmo y aclamó al tímido pianista, quien reservó su agradecimiento
para el final del concierto, ofreciendo en medio de otros bises una deslumbrante versión del Estudio "de
las teclas negras" de Chopin a modo de vivificante vaso de agua fresca que contrastaba con la inmensa
laguna de las Variaciones Goldberg.
Este artículo fue publicado el 26/03/2013